Engañada por el frío, ella se congela, en milésimas de segundo el tiempo también se detiene, a hurtadillas le susurra: "no puede ser". De pronto un vendaval sin rumbo la empuja; alborotados sus cabellos explotan dejando atrás su cuerpo. Entonces se derrite el frío y una vez más, sus pulmones se llenan de aire, la sangre riega con singular alegría todas sus venas y su corazón vuelve a latir, como si jamás se hubiera detenido.